Antonio Osorio de Acuña, más conocido como el Obispo Acuña, es uno de los cabecillas de la revuelta Comunera.
Antonio nace en Valladolid. Hijo del Obispo de Segovia y Burgos, Don Luis Osorio de Acuña y Doña Aldonza de Guzmán. Entra en la orden de Calatrava muy joven donde recibe formación clerical.
Reside en Roma durante un tiempo, pero finalmente regresa a España tras varios escándalos que le llevan a ser excomulgado.
En 1506 se le nombra Obispo de Zamora y una de sus primeras acciones militares es la toma de la población de Fermoselle, con una fuerza conocida como «El batallón de clérigos».
Acuña, cabecilla del movimiento Comunero
Tras la quema de Medina del Campo decide unirse a la causa Comunera y poniéndose al frente de un grupo de comuneros en la zona de Toro, lugar donde residía. Su fama va creciendo y es uno de los candidatos para el puesto de Capitán General del Ejercito Comunero.
Cuándo Pedro Girón traiciona a la causa comunera, ayudando a las tropas realistas durante la toma de Tordesillas, Acuña se retira a Toro y se pone a disposición de la Junta de Valladolid.
La Junta de Valladolid le encomienda la misión de despertar el fervor comunero en la zona de Palencia. Son numerosas las quejas del Cardenal Adriano y de los señores de la zona de Tierra de Campos sobre la crueldad y vandalismo de las tropas dirigidas por Obispo en ese periodo.
La derrota en la batalla de Villalar
A principios de 1521, tras la muerte del Arzobispo de Toledo de Croy, la Junta de Valladolid envía a Acuña a Toledo para evitar que las rentas arzobispales pasen a manos anticomuneras. Se encuentra en Toledo cuándo le llega la noticia de la derrota en Villalar.
Intenta huir a Francia, pero es apresado en Navarra. Se le encierra en un castillo cercano a Nájera.
Se plantea un problema sobre como enjuiciar al Obispo entre la corona y el papado. Finalmente el Emperador y el Papa León X llegan al acuerdo por el que el Obispo no sería sometido a tormento y que su juicio se realizaría en la ciudad de Roma.
Tras la muerte del Papa León X, es nombrado Papa el cardenal Adriano. El Emperador consigue el permiso de Adriano VI para poder enjuiciar y ejecutar al Obispo Acuña.
Durante el proceso judicial Acuña intenta huir del Castillo de Simancas, asesinando durante la huida al gobernador de la fortaleza, Mendo Noguerol.
Se encarcela de nuevo al Obispo en Simancas, donde se le somete a juicio por asesinato, sentenciándolo finalmente a morir.
El 24 de Marzo de 1526 es ejecutado en la fortaleza de Simancas.
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