Los menologios ¿Sabes qué son y qué representan?
Los menologios o mensarios son los calendarios que los hombres medievales usaban para representar el tiempo y los doce meses del año. Solemos encontrarlos en las portadas de las iglesias, en los capiteles y los relieves de muchas construcciones románicas.
Cada vez que comienza un nuevo año, deseamos que la llegada de un nuevo ciclo nos traiga cambios y muchos de nosotros se preguntan: ¿Qué nos deparará el año nuevo?
El hombre del románico, que se ha planteado igual que nosotros y a menudo con ansia la misma pregunta, nos responde con sus «ciclos de meses». Suelen estar esculpidos en la piedra de las portadas y de los capiteles, o pintados en arcos y bóvedas: los mensarios.
El hombre del románico se hace una promesa a sí mismo cargada de sentido esperanzador: cuando un año termina, el nuevo que empieza mantendrá el pacto, que antes, a su vez, los años anteriores han respetado.
El año nuevo no traicionará las expectativas, y comenzará con el invierno, que será frío y rígido pero no impedirá que los hombres preparen los campos y los viñedos. Luego llegará la época más templada y con el sol los campos se volverán verdes y se llenarán de actividades humanas. Será el momento de la siembra, la partida hace la guerra, el cuidado de las viñas. Llegarán la cosecha, la recogida de los frutos y la vendimia. Y finalmente volverá el frío al terminar el año, para lo cual de nuevo los hombres se prepararán, almacenando vino, carne y embutidos, y leña para el fuego.
Los mensarios en Castilla y León
En Castilla y León tenemos muchos ejemplos de mensarios, de cronología distinta y distinto soporte. Un ejemplo es el magnífico calendario del Panteón Real de San Isidoro en León, con muchas referencias al mundo agrícola. Otro magnífico ejemplo es el mensario de la portada de la iglesia románica de San Claudio de Olivares, situada a orillas del Duero en Zamora. Es más tardío y por tanto muestra la evolución de la sociedad medieval, cada vez más urbana y artesanal.
San Claudio de Olivares
Vamos a fijarnos en San Claudio de Olivares y en la lectura de su portada norte (empieza desde la derecha siguiendo las dovelas de la arquivolta interior).
Vemos como Juno, primer rey de la región romana del Lacio, está sentado a la mesa del banquete celebrando el año venidero y abre oficialmente un nuevo ciclo: es el mes de enero.
El mes de febrero se encuentra en uno de los canecillos del ábside, donde un <rústico> o aldeano se arrima al fuego con los pies desnudos abriendo las piernas para calentarse.
Un mes más tarde, en marzo, los campesinos representados airean la viña (otras veces podan, más habitual en otros mensarios). Avanza el año y el mes de abril nos presenta la alegoría encarnada por un joven que alza, con ambas manos, una rama o flores o brotes tiernos en señal de la fecundidad de la tierra.
La iglesia de Olivares dedica mayo al caballero halconero, preparado para el combate. La cetrería le permite mantener los músculos tonificados en los períodos en los que no se batalla. Más tarde, ya en junio, toca retirar la malas hierbas en los campos antes de que llegue San Juan.
Julio es el mes de la siega y de las cosechas, mientras que la faena de la trilla es típica de agosto.
Septiembre el es momento de la vendimia, que en el templo zamorano se traduce en una vid flanqueada por dos vendimiadores, dejando para octubre el trasiego del mosto desde el odre hasta la cuba.
Llega de nuevo el final del año, la labranza y la cosecha dejan paso a la matanza del cerdo, en noviembre, y el festín navideño, en diciembre. En Olivares, los cerdos pastan libremente en una dehesa, aunque en otros mensarios medievales es más habitual la escena del vareo de la bellota, alimento de los cochinos.
Y, por último, en diciembre, San Claudio de Olivares nos ilustra otra actividad: el transporte de la leña a lomos de un borriquillo, los labriegos descansan y hacen acopio de leña para el fuego.
Un año nuevo comienza…
Todo comienza de nuevo, como la vida, y Zamora, capital del Románico, te ofrece estas bellezas y muchas más, que sin duda te sorprenderán. Descubrir estos tesoros es muy fácil, contacta con la Asociación Zamorana de Guías de Turismo y te ofreceremos la mejor opción de visita.
Y recuerda…
Una visita guiada NO es un freetour.
¡Marca la diferencia y elige bien quién te guía!